
ARCHIVO E HISTORIA DE LA IGLESIA METODISTA DE MÉXICO A.R.
CAPÍTULO CANCEN
SOCIEDAD DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DEL METODISMO EN MÉXICO
CAPÍTULO CANCEN
“Rev. Samuel Grafton Kilgore.”
“Nací en enero 27 del año de 1858 en un rancho ganadero sito en las mediaciones de Yorktown, condado de Dewitt, estado de Texas. Doy gracias a Dios porque mis padres fueron piadosos cristianos y porque en el hogar por ellos formado siempre encontraban acogida ministros santos y humildes como el Rev. J, W. DeVilbiss y legos consagrados como el hermano G. Onderdonk, papá de nuestro misionero, F. S. Onderdonk.
Mis padres acostumbraban a leer las Sagradas Escrituras mañana y tarde. Cuando mi padre estaba ausente, mi madre tomaba su lugar. Ambos tenían un escrupuloso respeto para el domingo. A la edad de trece años entré a la escuela diaria de paga y duré cuatro años consecutivos.
A los 17 años ingresé a la Universidad de Southwestern en Georgetown, Texas, terminando a los cuatro años mi curso literario, obteniendo el grado de bachiller de artes. Siempre viviré agradecido a mi Señor porque tuve la dicha de cursar mis estudios bajo el cuidado e influencia de hombres inteligentes y santos como el Dr. F. A. Mood, presidente de la Universidad, y de los profesores S. G. Sanders, P. C. Bryce y C. C. Cody. Antes de terminar mi carrera universitaria, mi lamentado hermano A. H. Sutherland vino a la Universidad, solicitando mis servicios para la Misión Fronteriza Mexicana tan pronto como terminase mis estudios.
En 1881 fui recibido a prueba en la Conferencia Occidental de Texas, y me enviaron en compañía de los hermanos Ramón V. Palomares y Alejandro de León, a las misiones de Brackettville y Paso de Águila, respectivamente.
En el otoño salí de mi casa a caballo, reuniéndome con el hermano Palomares en San Antonio, Texas, quien, en compañía de su familia en un carretón de dos ruedas tirado por un caballo, al que llamábamos «Dickie,» hicimos nuestro viaje en ocho días, llegando con felicidad a Brackettville. Me acuerdo de que una mañana estaba lloviendo y hacía mucho frío, pero esto no fue óbice para que el hermano Palomares dejase de leer un capítulo de la Biblia, cantar un himno y hacer una oración antes de salir de nuestro campamento.
Esta hermosa práctica se efectuaba todas las mañanas y todas las tardes. Los lugares de mi trabajo eran los pueblos de Brackettville, Piedra Pinta, Arroyo del Zoquete, Del Río, La Vega y Paso del Águila. Había una distancia de 105 millas, las cuales tenía que recorrer mensualmente.
En el año de 1882 me enviaron a la misión de Campwood, situada en el nacimiento de los ríos Nueces y Frío. Mi nuevo campo lo componían los pueblos de Montel, Campwood, Cabeza del Toro, Río Frío y Seco. En Campwood me dieron un solar e hice una pequeña iglesia. Para completar mi itinerario tenía que recorrer como cien millas por caminos pedregosos y sierras escabrosas. Aunque sólo recibía como salario anual la suma de $59.00 dólares, y el primer trimestre únicamente fue colectado para mí $1.00 y una prenda de ropa interior que una pobre anciana me hizo, fue aquél uno de los años más felices de mi vida ministerial.
Todos los hogares, tanto de pecadores como de cristianos, me pertenecían, Mis alimentos se componían de carne de venado que traían de la sierra, guajolote también silvestre y miel recogida de las cuevas y encinos, amén de la leche que era entonces abundante.
En el año de 1883 el hermano Sutherland me llevó, junto con el hermano Elías Robertson, al estado de Coahuila y me dejó en Santa Rosa, prosiguiendo con el hermano Elías a Monclova. El hermano Manuel Flores era mi compañero de trabajo en Santa Rosa. Los hermanos lo llamaban el profeta llorón, porque sembraba la Palabra de Dios y la regaba con sus lágrimas. A mediados del año me cambiaron a la misión de Zaragoza, teniendo al hermano Máximo Villarreal por compañero. Esta misión se componía de los pueblos de Zaragoza, Remolino, Morales, Nadadores y Allende.
En este último pueblo, en donde, no hace mucho, murió mi muy amado hermano Julián Castro, durante el año me enfermé del tifo y mi doctor me envió con mis padres a los Estados Unidos, donde llegué sin sentido durante algunos meses, para poder recobrar mi salud.
El año de 1884 fui nombrado a la misión de Fort Davis, Texas, en donde duré dos años. Me dieron dos solares e hice una capilla y arreglé una cueva propia para un soltero. En los pueblos de Marfa y Alpine también nos dieron unos dos solares con el objeto de que en ellos construyésemos iglesias evangélicas. Esta misión se componía de Fort Davis, Marfa, Alpine, Shafter y Presidio del Norte. En 1886 fui nombrado a la misión de Chihuahua, en donde, si no mal recuerdo, duré siete años. Esta misión consistía en todos los lugares del estado a los cuales yo pudiese servir. Al principiar los trabajos de esta misión, sentí la falta que me hacía una compañera y por tanto contraje matrimonio el día 4 de mayo de 1886 con la Srita. Catarina Chase, maestra de las escuelas oficiales de Cleburne, Texas. Muy pronto logramos tener una congregación regular y pudimos organizar una iglesia con algunos miembros, sintiendo desde luego la necesidad de construir una capilla. Después de muchas dificultades, conseguimos solares y pudimos construir la capilla de Betel y una casa pastoral. Los fanáticos nos persiguieron por todos lados por algún tiempo. Apedreadas quebraron $40.00 de vidrios de la iglesia y de la casa pastoral, más Dios libró nuestros cuerpos de las heridas y de la muerte.
Los dueños de los solares adquiridos eran cuatro: a saber, el Gobernador Maceyra, el Sr. Gabriel Sáenz y otros dos. Cuando el Dr. W. B. Palmore, mi fiel y fino amigo, me hizo en una ocasión una visita, le manifesté la grande necesidad de un colegio para niños de uno y otro sexo y le mostré la media manzana que colindaba con los solares de la misión. Él me proporcionó fondos para comprar la propiedad de la testamentaría Ontiveros, enemigos acérrimos de la causa. La hermana Adam Hendrix, madre del Obispo del mismo nombre, me dio suficiente dinero para comprar la propiedad de Bernardino González, que colindaba con la propiedad Ontiveros por el frente. Esta propiedad fue obsequiada por el Dr, Palmore a la Junta Misionera, la cual proporcionó los fondos para construir el primitivo Colegio Palmore.
En la construcción de este edificio yo contribuí con mi dirección y trabajo. Entregué la pequeña escuela a las Sritas. Gussie Wilson, Arington, Dorsey y Blanche Gilbert, las Srítas, Lizzie Wilson y Lucy Harper se encargaron del colegio y el Señor tuvo a bien prosperar su trabajo de una manera sorprendente.
Los miembros de Betel compraron un solar en el barrio de Santa Rosa y construyeron una capilla. En Meoqui conseguí lotes con una casa la cual nos sirvió para tener cultos. Colaboraron conmigo en esta obra de evangelización los fieles hermanos Ignacio Escalante y Domingo Acosta. Logramos organizar congregaciones en Meoqui, La Cruz y Santa Rosalía. Después de la muerte de mi amado compañero en. la obra, El Rev. Roberto Mac-Donell, acaecida en el pueblo de Nombre [de Dios, Durango, el Obispo Duncan me nombró presbítero presidente del Distrito de Chihuahua y Durango, y yo tenía que visitar todas las misiones desde Durango, México, hasta Lincoln, N. M., o sea una distancia de 800 millas, las que tenía que caminar en diligencia, coches y a caballo.
El año de 1893 fui nombrado presbítero presidente del distrito de Durango y pastor de la iglesia de Durango, Compré otros solares y levanté una iglesia y una casa pastoral. Ayudé a la Srita. Nannie E. Holding, superintendenta de la Junta de Misiones de Señoras, a comprar una propiedad en donde había una casa bastante extensa para una escuela y entregué a la Junta la escuela organizada por mi amado hermano Mac- Donell y a la maestra de dicha escuela, Srita. Kate McFarsen. Este fue el principio del Colegio Mac- Donell. En el pueblo de Nombre de Dios, compré un solar en donde también fue construida una capilla.
Los distritos tan grandes, los viajes tan prolongados, los trabajos tan duros y el vivir continuamente a toda clase de intemperie, fueron causas poderosas para hacer pedazos mi sistema nervioso. Una vez que mi salud fue quebrantada, me jubilaron el año de 1894 en la Conferencia celebrada en Durango, México. Desde en este servicio oficiaron los Reverendos. S. P. Allison y Laurence Reynolds.”
El amor acendrado que el hermano Kilgore tuvo para la obra mexicana, y especialmente para la que inició en Chihuahua, no sufrió menoscabo un solo momento. El gozo que este siervo del Señor sintió por esta obra no tuvo límite aun en medio de los crueles sufrimientos a que lo sujetó la terrible enfermedad que por fin le ocasionó la muerte. Tanto él, como su estimable esposa, celebraban de corazón los triunfos alcanzados en el campo que ellos santificaron con su lealtad y consagración. El Evangelista ha proporcionado para estos seres verdaderos momentos de solaz al llevar en sus páginas las notas de triunfos que se ha alcanzado en las distintas zonas en donde se está haciendo la obra.
Cuando el doctor anunció al hermano Kilgore que su fin no estaba lejos, él contestó con estas palabras: » Oh, cuán contento estaré yo al arribo de ese día.» El cáncer que se ensañó contra él le causó una parálisis que vino a afectar aun sus órganos vocales. Sin embargo, siempre pedía que se le leyese la Palabra de Dios, teniendo especial preferencia por la lectura del
Nuevo Testamento en español. Con mucha frecuencia se le leyeron en este idioma los salmos 23 y 51. Sus himnos favoritos eran:
«Hay en mi Alma Bella Luz,» «Está mi Nombre Escrito Allá,» y «Lávame, y más blanco que la nieve Quedaré,»
BOSQUEJO HISTÓRICO DEL
METODISMO MEXICANO EN TEXAS Y LA FRONTERA DE MÉXICO
ARREGLADO POR EL REV. PABLO GARCÍA VERDUZCO
PORT ARTHUR, TEXAS