SENTIDO DEL AMOR A LA MANERA DE JUAN III-16 (fragmento)

SENTIDO DEL AMOR A LA MANERA DE JUAN III-16 (fragmento)

Alberto Rembao

NOTA DE LA DIRECCIÓN: Agradecemos por enviarnos este escrito al hermano Donato Rodríguez y Romero, quien al hablar de Alberto Rembao nos dice que fue filósofo, historiador, periodista, director de La Nueva Democracia, desde Nueva York, donde residió hasta su muerte este ilustre mexicano, colaborador de EMM por muchos años”. Más datos sobre Alberto Rembao, en el número del 15 de septiembre de 2015 de este periódico: https://elevangelistamexicano.org/2015/09/15/biografias/

Manera de amar que impele al amado a desprenderse de su joya de gran precio cuyo par no se consigue en el mercado por insustituible y única…Así cuando Dios nuestro Señor en trance de amor sin principio y sin fin se da todo entero a su Hijo Unigénito….Manera de amar que sirve de pauta aun en el plano de la carne y el pecado, por más que resulte inimitable en plenitud, por lo alto de la distancia que media entre las cosas de los hombres y las cosas del Padre de las luces. De toda suerte, en Juan III-16 se tiene el ejemplo  por excelencia de amor con contenido cósmico y con objetivo histórico …. “para que todo aquel que en el crea no se pierda mas tenga vida eterna”…

Amar es dar. Da cada quien de lo que tiene, y cada quien de acuerdo con su modo, que es su estilo, que es su esencia. Amar no es experiencia complicada. Amar es acto de traslación de lo íntimo a lo exterior: amor a la divina usanza; amor de amoroso que no es amor de enamorado, aunque sean amores los dos. El amoroso es aficionado que anda en militar aventura, hambriento de gloria y de honor. El enamorado, en cambio, es especialista que concentra su esfuerzo en el objeto deseado. Lo que diferencia y distingue es la espuela del deseo que punza y que muerde, como dice en “La Ilíada”. Una cosa es amor por amar y otra amor con deseo. No hay contrapuesta de amor divino y amor profano; la división no es vertical sino horizontal. El amor con deseo se da en ambos planos de profanidad y divinidad, donde lo profano es lo de aquí y lo otro lo del más allá, nubes arriba y Dios promediante…

La dádiva amorosa se justifica a sí misma porque se da por darse. El amoroso se llega al altar, dona ferente, sin temor ni esperanza. El objeto es dar, aun cuando el don sea rechazado. Rechazar va del otro. Por lo que hace a la esperanza ausente el amor es un acto de fe, constantemente repetido, continuamente renovado. Da el amoroso sin esperar que le agradezcan, ni siquiera que le acepten, lo que trae. En esto se diferencia del enamorado. El enamorado es egoísta que se frustra en acto de reversión. El amor amoroso es acto de extroverso que se proyecta fuera de sí,  nomás porque sí, porque le nace, como a fuente de agua viva amante de regar el huerto ajeno. El enamorado no hace tal, o bien, es que lo hace a medias. El amor enamorado -por contraste con el amor amoroso- se dispara hacia afuera también y en voluntad de riego como el otro; pero no bien se encuentra fuera de sí cuando ya quiere regresar a su lugar de origen. El escozor de regreso es lo que se encuentra en el reclamo, en el ansia de ser correspondido, característica del amor a medias y por ello frustrado.

Amar es corriente como de ojo de agua que canturrea. Eso se quiere decir con lo de acto de fe constantemente repetido: que el amor no es asunto de la razón -como pasa entre los animales que se lanzan en busca del opuesto en la época del celo. -El amor del amoroso es amor de por siempre y para siempre. Es amor que perdura en invierno con la misma salud que en primavera. Constancia que en perpetuidad fructífera con frutos de novedad, porque el amor amoroso le surgen nuevos bríos y diferentes, provisto que se mantenga fluido, que vale por decir en corriente. 

Amar de amor incontenible por extroverso, que mientras más se da más se crece. En la interminable dádiva se encuentra la razón de ser del amor bien entendido. La extensión dolorosa que a la larga y no duele es la piedra de toque de la verdad proclamada: que llega el momento en que el dar se torna sacrificio, pero en sentido de altar sublimado. 

El dar el amor queda por encima del plano de la utilidad. Aun ante el altar, no se anda uno con el do ut des de la ofrenda primitiva. No da uno para que le den, como los enamorados comunes y corrientes que nada saben de amor integral. Se da uno porque le gusta y le place; porque en el dar; porque en el dar se tiene la forma minúscula del orgasmo de los cosmos que es la vida,  no sólo en el mundo de la carne y de la rosa, pero también en el de la piedra y de la nieve.


Fotografía de Alberto Rembao, tomada de : https://www.bu.edu/missiology/files/2013/05/Rembao-In-Regalia-from-Rivera.jpg