(Nota de la Dirección: este documento fue redactado en el año 2014 por Eliseo Ríos Flores, actual encargado de la Dirección de Archivo e Historia de la IMMAR, a quien agradecemos lo comparta con nosotros)
BREVE HISTORIA SOBRE EL TEMPLO METODISTA «EL DIVINO SALVADOR» 13 ORIENTE 2016 COL. AZCARATE, PUEBLA, PUE. (Primera parte)

INTRODUCCIÓN
Para realizar el presente documento tardé algún tiempo sin terminarlo pues sentía que “faltan” datos e información que debía agregar, sentía que estaba inconcluso. Pero no fue hasta que nuestro hermano Tenoch Sesma miembro de la Sociedad de Estudios Históricos del Metodismo, dio una charla a los aspirantes a historiadores, enseñándonos, entre otros puntos, que al escribir de la historia se deben hacer “cortes”, y sí, en la placa de piedra que aparece en la fachada de la Iglesia Metodista de Azcárate, mi iglesia, señala el año de 1964. Los hermanos que aún viven no recuerdan porque lleva ese año grabado, pero justamente en el 2014 cumplió 50 años, y ahora yo dedico la presente recopilación a la conmemoración del quincuagésimo aniversario de la iglesia en que me congrego. El año indicado en la placa, 1964, no es el año en que se inició la construcción del templo (1948) ni cuando se terminó el primer santuario. Tampoco cuando se obtuvo la autorización para la apertura del culto público (1966), ni el año en que se incorporó a la Federación al nacionalizarse (1961). La referencia documental más antigua de Azcárate es del año 1927 con el pastor de Emmanuel, Epigmenio Velasco cuando se inician reuniones en casas de estudio Bíblico, para crear la primera misión de la congregación de Emmanuel…Y si no sabemos con precisión del por qué 1964, menos el mes de colocación de la referida placa, pero el punto es que corté mi trabajo investigación hasta julio de 2014, dando lugar a que en otro estudio se amplíe lo hoy escrito y se incorporen nuevos hechos sucedidos.
A t e n t a m e n t e
Eliseo Ríos Flores
HISTORIA DEL TEMPLO METODISTA “EL DIVINO SALVADOR” DE LA COLONIA AZCÁRATE PUEBLA, PUE.
LOS INICIOS EN PUEBLA
Al llegar a nuestro país de los Estados Unidos de Norteamérica los misioneros de la Iglesia Metodista Episcopal y de la Iglesia Metodista Episcopal del Sur institucionalmente en 1873, fue la ciudad de México junto con Pachuca y Puebla las primeras ciudades donde se expandió el evangelio de Jesucristo. En Puebla, fue desde el Templo Emanuel, el principal templo metodista de la ciudad donde el poder de Dios fue manifestado de forma vigorosa y con el tiempo despertó el deseo de alcanzar a los habitantes de la ciudad con el mensaje redentor de Jesucristo que vivían en las más alejadas colonias tales como La Libertad, Ocotlán y la ubicada en lo que fue el rancho Azcarate, al oriente de la ciudad. El libro El Cincuentenario o “Jubileo” de la fundación de la Iglesia Metodista Episcopal publicado en 1923, narra: “varias misiones se han organizado en diferentes partes de la ciudad de Puebla, entre ellas las de oriente y poniente” sin que se especifique en qué colonias se ubicaban las misiones. Y sí, en plena construcción del templo que hoy conocemos, inaugurado en 1924, el trabajo misionero de la iglesia por varios frentes de la ciudad no se detenía.
TARJETA POSTAL ANUNCIANDO LA FUTURA INAUGURACIÓN

En el libro “Datos Históricos del Templo Metodista Emanuel” compilado espléndidamente por nuestro hermano el historiador José Donato Rodríguez Romero describe en el capítulo “Iglesias Hijas de Emanuel”, esto es, algunas de las iglesias metodistas ubicadas en la ciudad de Puebla, son producto del trabajo misionero de “Emmanuel”. Dice el texto del hermano Rodríguez:“Templo El Divino Salvador 13 oriente 2016 Col. Azcárate. Siendo pastor el hermano Epigmenio Velasco en el año de 1927 se inician reuniones en casas de estudio Bíblico, para crear la primera misión de la congregación de Emmanuel…”
LA PEQUEÑA MISIÓN DE LA COLONIA AZCARATE
En la colonia Azcarate vivían desde los años ’20 del siglo pasado hombres y mujeres que habían declarado a Cristo como su único y suficiente Salvador. Entre los metodistas de esa colonia figuraban, entre otros más:
Ladislao Morales y su esposa Antonia, Tonchita, e hijos.
José Andrade y su esposa Elisa, Lichita e hija.
Francisco Flores Ortíz y su esposa Esther Montiel e hijos.
Juan Ríos Muñiz y su esposa Juana e hijos.
Enrique Flores Achac, su esposa Micaela e hijos.
Hermano David
Mario Ramos Andrade e hijas.
Raymundo Armenta y familia
Las familias Andrade, Montiel, Ramos, Armenta provenían del templo metodista de Tzompantepec, Tlax.
LOS CONGREGANTES
Acompaño una fotografía del año de 1933 donde se aprecia a los congregantes de aquella pequeña misión, todos con Biblia en mano y con el pastor, Maurilio Olivera, quien pastoreó el templo metodista Emanuel en los años ’30. Al reverso se lee el siguiente texto: “Recuerdo de la Colonia Azcarate, Julio 28 de 1933. Puebla, Pue., Juan Ríos Muñiz”, quien es mi abuelo.

De Izquierda a derecha, fila de atrás hermanos Mario Ramos Andrade, Enrique Flores, no identificado, Juan Ríos Muñiz, Hno. David, Pastor Maurilio Olivera, Ladislao Morales, resto no identificados. Fila de enfrente Micalela de Flores, Antonia (Tonchita) Andrade de Morales, Hna. Juana Andrade, no identificada, no identificada, Juana Cabrera de Ríos, no identificada, no identificada. Niños, Porfirio Ríos Cabrera, Luis Ríos Cabrera, no identificado, no identificado.
Una segunda foto con los varones de la congregación, acompañados por el pastor de Emmanuel José O. Velasco de finales de los años ’30.

De izquierda a derecha: primera y segunda persona no identificadas, Mario Ramos Andrade, pastor José O. Velasco, no identificado, José Andrade, no identificado, Juan Ríos Muñiz, Enrique Flores, en cuclillas de pelo cano Miguel Andrade, resto, no identificado.
También debemos recordar a algunos de laicos del templo Emanuel de ese tiempo, seguidores de Jesús que escucharon el llamado para apoyar la misión de la apartada colonia Azcarate; están David Romero, Pascual Vilchis, José Dolores Galindo, Augusto Quintero, Samuel García, Pablo Silva, Pedro Carrillo, entre otros más.
EL PRIMER TEMPLO
Debemos recordar a los hermanos Ladislao Morales y su esposa Antonia Andrade, quienes más en un acto desinteresado y como muestra de agradecimiento y amor a nuestro Dios y a la obra metodista en la colonia, algunos años después tarde donarían el predio que ocupó el primer templo.
Para el año de 1948, ante el ímpetu y ánimo del pequeño grupo de hermanos, decidieron que era hora de construir un templo para sus reuniones regulares, por lo que se inicia la edificación del templo de la misión ubicada en la colonia Azcarate, para consagrarse cinco años después. La construcción estuvo dirigida y realizada por el hermano constructor, Urías Montiel, hijo de Florentino G. Montiel (ambos participantes en la construcción del templo actual “Emanuel” allá por 1924, ver nota completa, página 88 del citado libro de Donato Rodríguez).
PRIMERAS ACTIVIDADES DISTRITALES
Destacando algunos hechos relevantes de la historia de esta iglesia, citar, por ejemplo, la nota del El Evangelista Mexicano en su número 1 del Tomo X de fecha 1 de enero de 1940, publica el saludo escrito por el hermano congregante de Azcárate, Mario Ramos, de la Reunión Mensual de los obreros del Distrito de Puebla realizada precisamente en la aún misión. Y así la pequeña misión crece y se mueve. En “El Evangelista Mexicano” número 22 Tomo X del 15 de noviembre de 1940, en la sección Crónicas e Informes, se narra acerca de la reunión de los congregantes de nueve colonias de la ciudad para celebrar el segundo domingo de septiembre de 1940 “culto unido”, asistiendo entre otros, doce hermanos de la Colonia Azcárate. He aquí el texto completo.
Queridos hermanos, pastores y obreros:
La humilde congregación de la Colonia Azcárate os extiende, por mi conducto, la más cordial bienvenida como ministros de Cristo y dispensadores de los misterios de Dios al venir a celebrar vuestra junta regular, la que esperamos alcance el más completo éxito para el bien espiritual de cada uno de vosotros, así como de las iglesias que representáis. Vuestra presencia en este lugar constituye un gran privilegio para nosotros porque no os habéis reunido para tratar asuntos del mundo, manchados por el egoísmo y la maldad, sino asuntos de Dios, ya que tenéis el objeto de intensificar su Reino de gracia y amor entre los hombres, lo cual tanto necesitamos.
No cabe duda que la humanidad está confundida con tantas ideologías, y más que confundida, está dividida, porque la lucha la hace entre sí misma, y porque todas las ideas que de ella emanan se disputan el mundo, y ya no se defienden sino se atacan, hasta promover guerras destructoras de pueblo contra pueblo. Nosotros, los que creemos en Cristo, el protector por excelencia de los desheredados, no podemos renunciar a la felicidad a la que aspiramos, pero la felicidad no puede venir de la guerra de unos contra otros, sino solamente por el amor, como lo establece claramente nuestro Señor Jesucrito. Los corazones, dominados por el espíritu de la violencia, sin duda atacarán a la religión considerándola como una agencia que engendra la traiciona y la cobardía, pero la religión, en primer lugar, no va de acuerdo con los principios egoístas del hombre que todo lo quiere para sí mismo aunque a muchos falte lo indispensable; y en segundo lugar, si es preciso llegar hasta el sacrificio, los cristianos lo aceptan de cualquier forma no luchando contra nadie, sino dominándose a sí mismos por amor a los demás.
La humanidad, no obstante, su brillante civilización, está carcomida por el pecado en sus todas sus aspiraciones, y la religión no traiciona a los hombres, sino detesta el pecado que está en ellos; no es infiel a sus aspiraciones de bienestar social, pero reprende la violencia para adquirir ese bienestar. La humanidad es víctima de una devastadora injusticia social en todos sus medios de vida, pero se debe al hecho de que no reconoce la necesidad de renunciar a sus pasiones, las que hoy día ha confundido con necesidades propias del cuerpo, y no pudiendo satisfacerlas legalmente hace uso del engaño y la fuerza violando sus propias leyes y pervirtiendo sus derechos.
La sociedad humana ha agotado todos sus recursos morales en busca de la paz y la felicidad, sin obtenerlas, porque su moral materialista es falsa no teniendo su asiento en la moralidad que la palabra de Dios nos infunde.
En la actualidad no se reconoce la potencia de la religión para traer la tranquilidad al mundo, asegurándose que frente al adversario el cristiano se resigna a sufrir vejaciones y humillaciones, pero la religión contesta no creando adversarios porque su programa de redención es noble; y si es verdad que soporta la injusticia también es verdad que, sin mancha de pecado, es la única en este tiempo que puede reprender a la sociedad por sus errores. Ante los estragos del pasado las naciones adoptaron el sistema de consulta y mutua comprensión para la defensa de sus intereses, pero ese sistema ha fracasado por la complejidad de las múltiples ideas que en su fondo carecen del espíritu de fraternidad y sacrificio, y ahora echan mano de la fuerza armada en la que gana el que más puede, y para colmo de la incertidumbre general, vemos que no todos los hombres lo quieren, sino unos cuantos perturbadores codiciosos que engañando a los incautos tuercen en su provecho los verdaderos intereses de la política nacional e internacional.
Pero gracias a Dios que su santo Evangelio no ha fallado y a nosotros toca no solamente defenderlo, sino proclamarlo como el único recurso de salvación humana. El Evangelio no busca una mera ostentación de fuerza ni tampoco consiste en una tirada de discursos de garantía de tipo socialista, comunista o fascista, que, si mucho ofrecen en el sentido económico, aumentan el desorden en el sentido moral [énfasis de la actual directora del periódico El Evangelista Mexicano]… El Evangelio es un poder divino fuerte e inagotable de sabiduría, de virtud y justicia para el bienestar de los pueblos y especialmente de los que sinceramente lo practiquen. Por consecuencia, el Evangelio hoy más que nunca debe estar vivo en el corazón de todos los cristianos. Ahora, seguramente, la mayor parte de los miembros de las iglesias evangélicas entran a formar parte de diferentes organizaciones sociales y no habría ningún problema si tales organizaciones [sic] una pura solución económica; lo malo es que tratan de absorber al individuo en todo su valer físico, moral e intelectual. Naturalmente que a los que estamos firmes en el Señor Jesucristo no nos espanta, y si nos unimos todos, cinco contra cien, y cien contra diez mi, como las Escrituras dicen, haremos ver a estas organizaciones la incomparable justicia de Dios y el poder de su Evangelio.
Si en los pueblos no hay exageradas exigencias de organización, si apenas llegan allí rumores de inquietud universal, si no hay plaga política de liderismo, si no hay tanta maldad, todo lo cual se acentúa en las ciudades, no por eso los predicadores rurales deben sentirse satisfechos tranquilos, pues las fuerzas del mal en estos pueblos pueden hallar terreno listo en su mente ávida, en su ansia de progreso, o en el predominio de la superstición. Además, en su instinto de conservación, de imitación, y de competencia, al despertar de su tranquilidad se sentirán impotentes para el bien.
Los cristianos en este tiempo deben revestirse de santidad, de inspiración divina, de comunión con Dios y de poder de lo alto para lo cual es necesario que todos los ministros y obreros del Señor sean más fieles y celosos por la vida religiosa de sus congregaciones, levantando el estandarte de la cruz de Cristo y emprendiendo firmemente una nueva batalla, arrancando así a las almas de una posible destrucción. Mario Ramos.
Para finales de ese año, 1940, El Evangelista Mexicano, Tomo X Núm. 22 del mes de noviembre, vuelve a reportar parte de las actividades de Azcárate y en la sección Ecos del Campo reporta del trabajo realizado por el “Cuerpo de Voluntarios” de la Iglesia Central de Puebla en nueve colonias pues ese año las reunían a los miembros el primer domingo de cada mes para que se dieran cuenta que igualmente formaban parte de la Iglesia Central, asistiendo cuatro miembros de la colonia Zaragoza, doce de la colonia La Libertad, entre otros más asistentes.
(Fin de la primera parte. Continuará en la siguiente edición del periódico)