Si bien los documentos indican que la Iglesia San Pedro y San Pablo empezó en 1977, lo cierto es que nuestra iglesia tuvo su origen en 1973, cuando muchas familias pertenecientes a la Iglesia Metodista de México vivían en Tlalnepantla y el Templo más cercano les quedaba bastante lejos. Lo fácil hubiera sido dejar de asistir con el pretexto de la distancia, pero dos familias decidieron hacer algo al respecto. Las hermanas Luz Aguirre de Corona y Luz María Burquiza, preocupadas por la educación espiritual de sus hijos, decidieron comenzar a reunirse los sábados en una casa de Cuitláhuac.
El proyecto, que comenzó como algo muy pequeño, pronto comenzó a dar frutos. Más familias comenzaron a unirse a los hermanos y en el año de 1974 el pastor Edelmiro Hernández aceptó ayudar con la dirección de estos servicios. En 1976 la Hna. Anita Rojas de Jiménez prestó un pequeño salón que tenía desocupado en su casa, donde se empezaron a realizar los cultos y a reunirse los domingos para tener la Escuela Dominical; y días más tarde, se presentó al Hno. Jorge Miranda Galarza como el primer pastor de la Iglesia Metodista de Tlalnepantla.
Si bien se tenían muy pocas cosas el crecimiento de nuestra iglesia ya era notorio y las cosas no se detuvieron ahí. Semana con semana los hermanos fueron llevando objetos que permitieron realizar los cultos con mayor dignidad; y para todo esto los hermanos ya tenían en mente obtener un terreno para la edificación de la Casa del Señor. Fue así que dirigidos por la mano de Dios, en el mes de enero de 1977 se firmó el contrato de compra-venta por el terreno donde hoy estamos reunidos.
La dedicación al Señor de este terreno fue el 6 de febrero de 1977, pero los hermanos seguían aferrados a la comodidad del pequeño salón al que ya estaban acostumbrados. En ese entonces no había un techo o paredes donde se realizarán los cultos pero eventualmente los hermanos se dieron cuenta de que Dios quería que los cultos fueran en este terreno. Él ya les había dado la tierra prometida y era momento de tomarla.
Al principio los cultos eran al aire libre, luego se compraron mantas que funcionaron como techo. El agua, luz, línea telefónica, baños, la capilla -entre otras cosas- llegaron tiempo después gracias a innumerables esfuerzos por parte de los hermanos y ayudas de otras iglesias.
Dieciocho años después, el 29 de enero de 1995, se celebró un culto por motivo de la colocación de la primera piedra del Templo San Pedro y San Pablo. Desde el principio, la petición que las hermanas Burquiza y Corona tuvieron era un Templo para reunirse. Hoy estamos en ese Templo, hermanos; un Templo que nació del esfuerzo propulsado por una fe que hizo que aquellos hermanos no dejaran de buscar la Tierra Prometida. Si la fe fuera del tamaño de una semilla de mostaza seríamos capaces de decirle a la montaña que se moviera y ésta se movería. Lo cierto es que no sé de qué tamaño era la fe de estos hermanos, pero fue capaz de erigir una Iglesia y un Templo de la nada, donde hoy podemos profesar nuestra fe sin miedo a ser perseguidos, una Iglesia que es un espacio seguro y donde muchos hemos conformado una segunda familia. Este texto es tan sólo un resumen de otro de 5 páginas que a su vez es un resumen de los muchos esfuerzos que costó que San Pedro y San Pablo hoy exista.
Muchos de aquellas personas que empezaron este proyecto hoy forman parte de la Patria Celestial y me gusta pensar que esta Iglesia es una joya que adorna la corona de vida de cada uno de estos hermanos que hoy disfrutan la gloria eterna de Dios. Hoy es nuestro turno de cuidar de esta Iglesia y debemos hacerlo en memoria de aquellos que dieron tanto de sí para que exista hoy, hermanos como nuestro pastor Gerardo Rodríguez Abarca; pero sobre todo debemos hacerlo para gozo de nuestro Dios que nunca nos ha abandonado y que con todos los conflictos que hemos tenido, Él nos permite reunirnos aquí y gloriarnos en su presencia.
Hay que seguir; y en momentos de flaqueza recordemos que Dios nos dice: «Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo dondequiera que vayas». Josué 1:9. Amén.