El Profesor Samuel Carro. Un ejemplo de entrega docente en la educación metodista de México (1910-1941).
Por Oswaldo Ramirez González
Para los transeúntes comunes de Pachuca, Hidalgo, la calle Samuel Carro es quizás sólo un referente más en el espectro de la traza urbana. Su ubicación como una de las intersecciones se topa de frente con Revolución, una de las principales avenidas del centro de la capital hidalguense. Sin embargo, no lo es así para los metodistas, y sobre todo para aquéllos de buena memoria, que tanto en esta como en otras partes saben la importancia que tuvieron hombres, mujeres, pastores, misioneras y laicos en la construcción espiritual de su fe, así como del trabajo de profesores metodistas al servicio educativo de su sociedad. Para la capital hidalguense, y en especial para los registros históricos de la escuela particular metodista “Julián Villagrán”, este nombre es sinónimo de entrega en cuerpo y alma a la educación.
Samuel Carro Zempoalteca, metodista y notable ciudadano, fue profesor y subdirector del Colegio “Julián Villagrán”; y no sólo eso, pues el eco de su labor pedagógica traspasó los muros de dicha institución creando un vínculo con la sociedad pachuqueña de la misma manera que lo hiciera su hermano, el también profesor Antonio Carro, quien igualmente realizó un notable trabajo en la mencionada escuela durante la primera mitad del siglo XX.
El nacimiento del profesor Samuel fue el año de 1890 en Panotla, Tlaxcala. Sus padres, doña María J. Zempoalteca y don Gabriel Carro, siempre preocupados por brindarle una buena educación, lo enviaron para que aprendiera sus primeras letras en la escuela de su localidad. No obstante, su vocación hacia el profesorado mostró sus indicios desde temprana edad. Cuentan que la familia Carro Zempoalteca tenía un pequeño rebaño de ovejas, el cual estaba bajo el cuidado del pequeño Samuel. Según una crónica biográfica escolar redactada por el Profesor Antonio Lechuga Escobar, una vez que conducía a éstas de nuevo a su corral, realizaba un pase de lista de cada una de ellas, las cuales tenía plenamente identificadas con un nombre específico (Tzin Tzzi, 1942: 6-7pp.).
Pasada su niñez, su padre, don Gabriel Carro, decidió enviarlo a la escuela “Abundio Tovar y Bueno”, colegio anexo al Instituto Metodista de la ciudad de Puebla. Finalizados sus estudios allí, ingresó a la Normal de donde se graduó en 1909 a la edad de diecinueve años. Su primera y única institución donde ejerció con gran ahínco fue la escuela “Julián Villagrán”, a la cual entró a laborar en el preludio de la revolución mexicana, a mediados de 1910.
A lo largo de más de tres décadas realizó diversos proyectos educativos en pro a la mejora y desempeño de los estudiantes. Días posteriores al centenario de la independencia (1810) introdujo el basquetbol como deporte alternativo y novedoso para el alumnado. Cabe señalar que apenas unos años antes, este deporte proveniente de los Estados Unidos había sido introducido a nuestro país precisamente al Instituto Metodista de Puebla, donde se jugó por primera vez en 1902.
Su iniciativa no se limitó al ámbito deportivo, pues con el objetivo de mejorar la disertación y oratoria del alumnado fundó el Liceo escolar “Amado Nervo”, sociedad literaria por donde desfilaron diversidad de jóvenes. Cabe señalar que esta actividad les permitió desarrollar otras capacidades útiles en el ámbito literario, poético, político o jurídico que muchos alumnos desempeñaron en su vida profesional posterior.
En 1925 fundó el periódico (anuario escolar) denominado “Tzin Tzzi” (cuyo significado es “colibrí”). Inicialmente el tiraje de esta publicación fue limitado; pero con el paso de los años y el patrocinio de empresarios, benefactores y negocios locales, su número creció. Pese a que su contenido trataba sólo de noticias referidas a las actividades educativas de la Julián Villagrán (exposiciones, concursos, talleres, festivales, participación cívica, etc.) con el tiempo los anuarios tomaron cierta relevancia en la sociedad pachuqueña, pues se convirtieron en un referente social para todo el ámbito educativo y estudiantil de la localidad.
El ánimo del profesor Samuel Carro lo llevó también a fundar un grupo (tribu) de exploradores que bautizó con el nombre de “Paynalton” (palabra que significa “hombres veloces como el viento”). Esta organización era muy similar al liceo, sólo que su objetivo era la exploración y excursionismo. Dada la ubicación geográfica de Pachuca, en la que sus alrededores cuentan con corredores de montaña y bosque, esta actividad fue propicia para desarrollar visitas a lugares de su alrededor en los que los alumnos fuera de un ambiente estudiantil hermanaron otro tipo de vínculos y capacidades, y cuyos detalles y experiencias quedaron de igual forma escritos en diferentes números del Tzin Tzzi.
Deportista, erudito y educador incansable, se interesó no sólo por el legado de la oratoria, la prensa escolar y el bienestar físico, sino también del intelectual; por ello creó una biblioteca (escolar) con alrededor de trescientos volúmenes, la que en honor a su trabajo fue bautizada de manera póstuma con su nombre. Era conocido por su carácter y temperamento apacible, extremadamente humilde y callado; su capacidad creativa y organizativa lo hicieron un hábil organizador en los eventos teatrales, históricos y cívicos que anualmente dedicaba a sus exalumnos; pintaba, decoraba y dirigía el vestuario para dichos eventos. Esta labor le sumó el cariño de su alumnado, en particular de los grupos de quinto y sexto año.
El profesor Samuel Carro murió estando en funciones como subdirector de la escuela “Julián Villagrán”. Cuentan las crónicas escolares que el lunes 21 de julio de 1941 el profesor se presentó a dar sus clases de manera habitual. Sin embargo, alrededor de medio día sintió una grave molestia en el hígado que lo obligó a suspender su trabajo y encamarse de manera inmediata. Duró en estado crítico sólo un día; el miércoles 23, alrededor de las seis de la mañana, con el cántico de los pajarillos matutinos y el clarear de la luz del sol, el profesor dio su último aliento de vida. Sus familiares cuentan que entre sus últimas palabras exclamó:
“Les recomiendo la Tribu de exploradores…”
Sus restos yacen en el panteón San Bartolo, perteneciente a la capital hidalguense. Además de la susodicha calle, lleva su nombre un parque infantil, ubicado en la misma ciudad de Pachuca, cuyo nombre fue asignado un año después a su deceso, en 1942. Sin lugar a duda, la vida y trabajo del profesor Samuel Carro fue también reflejo de su formación familiar y espiritual, así como de un contexto educativo e institucional que le permitió en la medida de sus posibilidades innovar y contribuir a la identidad e historia de los “villagranes” (alumnos y egresados de la Julián Villagrán). Finalmente, aunque el anuario no existe más el día de hoy, el legado de su nombre como de su creador sigue estando presente en el escudo, emblema y mascota: el colibrí.
Fuentes de información.
LECHUGA Escobar, Antonio, “Datos biográficos del Sr. Profr. SAMUEL CARRO” en Tzin Tzzi. Anuario Escolar de la Escuela “Julián Villagrán”, Núm. XIV, Pachuca, Hgo., 1942, 6-7pp.
SÁNCHEZ Cruz, Alán (2022). 150 de la misión metodista de México. 150 biografías breves. Casa Unida de Publicaciones, CUPSA, Publicaciones del Sesquicentenario. México.