“Una pequeña luz puede cambiar la percepción de las cosas”.
Chip Ingram.
Cuando alguna persona hospitalizada está siendo tratada médicamente, y ya sea que piensa o siente que no está realmente enferma, o no está de acuerdo con el diagnóstico, puede darse de alta de manera voluntaria. Al hacer esto exime de responsabilidad tanto al médico tratante como a la institución que está tratando de ayudarle con su padecimiento. El paciente asume toda la responsabilidad de manera informada por lo que le pudiese suceder en un futuro.
El día de hoy la sociedad está asumiendo conductas que ya no está considerando dañinas, que están en la “normalidad” ya que una buena cantidad de personas piensa igual.
Hace unos años no se pensaba así, la posverdad está tomando lugares impensables moviendo y trastocando los límites de la moralidad, la espiritualidad y la libertad; eliminando de la ecuación las palabras “arrepentimiento”, “pecado” y “consecuencia”; exaltando la individualidad y una espiritualidad antropocéntrica.
Tenemos un peligro si nos dejamos moldear por los valores sociales de hoy, que se viven en las sociedades modernas de bienestar individualista, en contracultura con los valores del Reino.
Juan Simarro
Es importante tener cuidado para que, los que nos llamamos cristianos no caigamos en la vivencia de un cristianismo de autoconsumo, de búsqueda de cierto disfrute y de ciertos niveles de bienestar de tipo consumista, sino buscar siempre la práctica de una espiritualidad cristiana comprometida con el mundo, con el prójimo. Tenemos un peligro si nos dejamos moldear por los valores sociales de hoy, que se viven en las sociedades modernas de bienestar individualista, en contracultura con los valores del Reino o con los valores bíblicos en general.
Algunos, en nuestras modernas sociedades, pueden pensar que vivir el cristianismo es una manera de sentirse bien, de estar algo más gozoso, sentirse más realizado y con un cierto estatus de vida más placentero, relajado y cómodo que, en muchos casos nos lleva a una despreocupación del prójimo y de las problemáticas sociales del mundo en el que Dios nos ha puesto, intentando la vivencia individualista o, en su caso, también para los nuestros, en el que lleguemos a niveles de bienestar y comodidades insolidarias.
Es curioso que, en estos planteamientos, se puede caer en el error de la búsqueda de bienestares espirituales de forma insolidaria e impregnados de un fuerte individualismo en donde, para nada, cuenta nuestro prójimo sufriente, ni las estructuras socioeconómicas o de pecado injustas que hacen sufrir a muchos y que oprimen y despojan a más de media humanidad. Pues bien: eso son temas cristianos que no deben ser ajenos a la auténtica vivencia de la espiritualidad cristiana. Leed a los profetas y reflexionad sobre las enseñanzas de Jesús que, de una forma clara, entronca con la línea profética.
Jesús, en la última parte del Sermón de la Montaña invitó a que no emitiéramos juicios contra nadie. Se refería a juicios que condenan, sentencian o castigan a otras personas. Para eso están los jueces, si son asuntos legales, o Dios, si son cuestiones morales y otras más. Y, nosotros, ni jueces, ni dioses somos.
También afirmó que cuando se asume la posición de juez, el juicio que emitimos se vuelve en contra nuestra, puesto que quien juzga a otros revela sus propias carencias o penurias. La psicología profunda ha explorado este campo. También la sabiduría popular (que a veces es más profunda que el mismo Freud). Esta dice: “Lo que Juan dice de Pedro dice más de Juan que de Pedro”.
Al final de su enseñanza, el Maestro aclaró que el asunto de fondo de quien enjuicia, condena, excluye, castiga y sentencia, es que revela una enorme contradicción, cuando no hipocresía. Juzga a los demás con severidad, pero opina de sí mismo con benevolencia. Para estos jueces, el mal ajeno es gigante y su propio mal, muy chico.
Una iglesia que piense: la iglesia reformada siempre se debe reformar
María Triviño Hernández
Crecí en una comunidad de fe donde la teología siempre fue mal vista. Los teólogos eran aquellos desviados cuya fe había sido tan insuficiente que terminó conduciéndoles a la total perdición. Durante mi niñez nunca escuché sobre la historia de la iglesia o el contexto cultural donde nació Jesús y pensar en ver otro libro además de la Biblia era inconcebible, de tal manera que cuando tomé la decisión de estudiar teología tuve que enfrentar las expresiones de disgusto y preocupación de algunos que optaron por aconsejarme a tener cuidado con volverme orgullosa o con perder mi relación con Dios, incluso, un pastor llegó a advertirme con el peligro que corría de dejar de creer en el mover del Espíritu Santo como consecuencia de estudiar “demasiado” la Biblia.
Durante la carrera al tener acceso a los idiomas originales bíblicos, a innumerables comentarios, diccionarios y traducciones, me di cuenta de la escasa idea que tenía sobre la Biblia, sobre Dios y su plan salvífico. Así fue como comencé a pensar en todos los hermanos con los que había crecido cuya fe era sencilla y admirable pero también peligrosa. Comencé a interesarme por la hermenéutica y a medida que iba adquiriendo herramientas era consciente de las interpretaciones dañinas que como iglesia estábamos haciendo: opresión a la mujer, a los pobres, a los racializados, a los homosexuales.
Hoy, en mi último año de pregrado, entiendo que no todos tienen que ser teólogos y que al igual que las demás profesiones, esta debe ser elegida por vocación. Sin embargo, también comprendo la necesidad de que el conocimiento deje de ser manejado con elitismo y comience a llegar a la iglesia cotidiana. La iglesia necesita conocer más la Biblia que tanto profesa y eso solo se logra con las herramientas necesarias: pastores y líderes mayormente capacitados o apoyados en estudiosos de la Biblia que les permitan a todas las personas tener acceso a contenido literario y a espacios donde puedan debatir y exponer sus interrogantes.
En el capítulo 10 del Evangelio de Juan encontramos las palabras de Jesús, «Yo soy la puerta», cuando habla del Buen Pastor. En la antigua Palestina había dos tipos de rediles de ovejas. El redil comunal estaba ubicado cerca de casa y era un piso área delimitada por muros bajos de piedra apilada con una puerta fuerte. Sin embargo, a menudo el pastor dormía al otro lado del umbral. La ladera estaba a cierta distancia de la ciudad y era una estructura temporal de arbustos espinosos enredados e impasables construidos por el pastor. Era movible mientras pastaban. El pastor, luego, dormía en la apertura, sirviendo como puerta para proteger a sus ovejas de ladrones y bandidos y animales de presa. Todo lo que ingresaba debía pasar por el pastor. Convertirse en una puerta es una imagen hermosa, pero la mayoría de nosotros no podríamos imaginarla.
En nuestra vida, rara vez se nos pide que entreguemos nuestras vidas físicamente por otra persona. De hecho, no es común que nos incomodemos por ayudar a otros. Realmente sacrificamos muy poco por Jesús. Pero de repente, ya el COVID estaba sobre nosotros y la vida como la conocíamos se había ido. Pero, al principio, durante los momentos más inciertos, fue esencial que los trabajadores de la salud de todo el mundo hayan sido llamados a arriesgar sus vidas por nosotros. Con gran temor y aprensión se convirtieron en las puertas que nos protegían y custodiaban en nuestra salida y entrada.
Ahora nos toca a nosotros ser imitadores de Cristo. Se nos ha dado el gran privilegio de servir como puertas para nuestra comunidad al usar máscaras, mantener dos metros de distancia y lavarnos las manos. ¡Cuidemos las ovejas! Sé una lámpara, un bote salvavidas, una escalera. Ayuda al alma de alguien a sanar. Sal de tu casa como un pastor «.
Han sido días de mucha incertidumbre, las circunstancias a nuestro alrededor nos producen una fuerte ansiedad sobre el porvenir, y en medio de la incertidumbre han surgido alrededor de la gente que conozco y acompaño, muchas dudas sobre si este es el fin del mundo.
En nuestro inconsciente tenemos metida una visión muy extraña con tintes «hollywoodenses», sobre lo que va a pasar y cómo va a pasar, por eso en esta ocasión me gustaría abordar algunos puntos respecto a lo que la Biblia menciona sobre el fin de los tiempos.
A manera de contexto, debemos saber que la mayoría de las teorías sobre el fin del mundo, toman un poco de aquí y otro poco de allá, sin tomar con seriedad el género y contexto de los libros que usan como fundamento, y esto ha resultado en una obsesiva búsqueda de correlación entre lo que está escrito y lo que está pasando en nuestro presente. Así ha ocurrido a través de la historia, muchos han declarado en diferentes momentos que la figura del Anticristo está (o estuvo) representada por Adolfo Hitler, Benito Mussolini, Henry Kissinger, Mikhail Gorbachev [1], hasta Donald Trump. Definitivamente el tema nos debe llevar a un serio estudio sobre el libro del Apocalipsis, pero ese no es el único documento bíblico que aborda el tema.
Hace algunos meses mientras veíamos las noticias en España e Italia, nos asombrábamos de las cifras de enfermos y muertes que presentaban; a través de redes sociales observaba a los líderes y hermanos en la fe que compartían con temor sobre la condición de la nación respecto al Sars-Cov2, y pensábamos “eso no puede ser cierto… no nos va a pasar”; entonces un líder de opinión en tecnología español (@earcos) y un predicador (@itielarrollo) ambos españoles, compartieron en Instagram que las cifras se hicieron personales para ellos; que ya no eran números, sino rostros de personas amadas quienes estaban incomunicados en un hospital, o muriendo.
Pues durante estas semanas, las cifras se empezaron a hacer personales para nosotros. Mi congregación empezó a sentir la lucha contra el Sars-Cov2 cuando uno de los líderes de la congregación cayó al hospital con problemas para respirar; luego unos días después uno más enfermó, y otro; y luego otro con sospechas, y otra más con síntomas. ¿Qué hace un pastor cuando sus ovejas empiezan a enfermar, y las indicaciones son que no tengas contacto con nadie pues este virus es sumamente contagioso? La pregunta ha girado en mi cabeza durante el último mes; especialmente cuando mis congregantes empezaron a enfermarse. Llamadas, videoconferencias y textos ayudan, pero nunca es suficiente. Estoy convencido que Dios llama a algunas personas para el ministerio pastoral, y que es imposible para ellos no amar y preocuparse cada día por cada persona del rebaño; y es mi caso. Oramos y lloramos por nuestra gente, y quisiéramos poder hacer más.
Quiero compartirte una serie de recomendaciones para este tiempo:
Pastorea a tu familia
De un día a otro nos quedamos sin el soporte espiritual que nos ofrece el congregarnos y disfrutar de la compañía y comunión de nuestros hermanos; en esta “nueva normalidad” en la que aún no podemos congregarnos, y vivimos “Experiencias en Línea” conectándonos a través de internet con nuestra congregación, más que nunca necesitamos atender las necesidades espirituales de nuestra familia. Tu cónyuge necesita tu apoyo espiritual; necesitan más que nunca orar y buscar al Señor juntos; tus hijos necesitan ver en ti el ejemplo de un hombre y una mujer temerosos de Dios que oran, que leen la escritura, que dan con generosidad, que se preocupan por otros, que aman a su prójimo, en fin, que son coherentes poniendo en práctica la fe que has seguido a lo largo de los años. Es nuestra responsabilidad el velar por la vida espiritual de nuestra familia. Y como nota especial: no descuides a los máspequeños; ellos también necesitan escuchar la palabra de Dios (al igual que tu). Si tu iglesia tiene programas en línea para niños, permite que participen y acompáñalos; y si tu congregación no puede proveer material para niños (después de todo, el 90% de las iglesias son pequeñas y probablemente no tienen los recursos suficientes para sostener un ministerio en línea), busca la manera de que tus hijos reciban alimento espiritual también.
La pandemia del Covid-19, ha impuesto una nueva modalidad, del ser y del vivir. Me circunscribiré, solo al ámbito religioso, porque a raíz de esta pandemia, las instituciones religiosas, necesitan de VIENTO RENOVADOR EN TODOS LOS SENTIDOS. Habrá que buscar por todos los medios, que los congregantes, realmente tengan la experiencia del “Pentecostés” y del “Parto de Damasco”, para evitar la mera religiosidad, y la incultura religiosa, que permite que los lideres abusen de los feligreses, imponiendo reglas y normas que nada tiene que ver son las Sagradas Escrituras.
La gente espera, ansía un nuevo mensaje cargado de esperanza. Ansia que desde los púlpitos realmente se predique el mensaje de Jesucristo, y no solo palabrería vana y hueca del ser humano. Lo importante, es darnos cuenta que no basta con ir a la iglesia, sentarse y escuchar, siempre hay que aprender a escuchar y a actuar; adoptar el compromiso de servir al Señor, mediante los dones y talentos que él nos ha dado. Convertirnos en el “Cristo de la toalla”.
Las iglesias en general, pasan horas y horas discutiendo aspectos administrativos, pues están más interesados en la parte económica y en ver como exaccionar a las iglesias y se soslaya la parte espiritual y devocional de la vida del creyente. Por eso, nos hace falta “Los secretos del viento renovador”, la experiencia del Corazón ardiente de los caminantes de Emaús. La Biblia tiene todas las respuestas a las preguntas de hoy. Y aparece de nuevo una vez más, la noticia que nos da sentido y nos orienta a caminar juntos, rumbo al reino que viene, al que vamos y en el que ya estamos.
¿Qué es lo que debería hacer un estudiante de teología hoy? Teología en práctica [1]
Leonel Iván Jiménez Jiménez
«Tienen que ser como niños [Mt. 18.3] y es por esta meta que ustedes estudian teología: para convertirse en niños otra vez» [2].
Karl Barth
Estudiar teología es un acto de osadía. No es raro que cada generación de estudiantes de teología sea reducida. En medio de la incertidumbre económica y las presiones sociales, un estudiante de teología es un ser extraño: alguien que dedica su tiempo a estudiar idiomas que ya no se utilizan en la forma en que los aprende, que tiene asignaturas tan extrañas como “teología sistemática” y que pasa sus días (con sus noches) revisando un texto de autores inciertos y antigüedad considerable.
Además, el estudiante de teología se mueve en un mundo raro y contradictorio: la iglesia. Como creyente ha sido llamado a ser parte de la iglesia, el cuerpo de Cristo, pero también tiene como vocación servir a la comunidad religiosa cristiana. Tiene la misión de mirar a las congregaciones tal como Cristo las mira, como hombres y mujeres libres, pero también debe conocer las heridas y vicios de una comunidad en que habita un mundo también herido, no para juzgarla, sino para guiarla en la construcción de algo diferente.
Cualquiera en su sano juicio recomendaría alejarse de inmediato de la teología y los seminarios. No obstante, debemos decir lo contrario, pues el estudio de la teología implica cierta locura y mucha osadía, las cuales no son ajenas a la fe cristiana: la cruz es locura y la encarnación osadía de un Dios que ama sin limites. El estudio de la teología implica la locura de acercarse radicalmente a la revelación de Dios -Jesucristo- para pretender la osadía de “contar la vieja historia” a un pueblo necesitado de buenas noticias.
Te levantas de mañana y agradeces. Te preocupa aquel enfermo hospitalizado a altas horas de la noche y por quien has estado orando; Nuevamente oras a Dios y lo dejas en sus manos mientras buscas qué desayunar… Tu familia se despierta, todos hablan, se sonríen, te acarician. Recibes un mensaje que te inquieta porque algunos del rebaño no están bien: oras; la llamada de uno más que tiene dudas. Suena el timbre de la casa aun cuando se sabe no es posible recibir a visitantes… Preparas, desayunas. Elaboras material, envías una oración. Platicas por llamada con algunos, envías unos textos, transmites en vivo, grabas audios o videos. Todo sigue su cauce, el día avanza, te preocupa la comida, lees tu Biblia, haces notas. Un mensaje de una hermana conmovida por la hermosa reflexión; corazón agradecido igual que muchos. Un tiempo de familia y un respiro hondo cuando el día está en su ocaso; un día más en que esparciste la semilla y que cuidaste del viñedo; Un día más en que aprendiste a ser hermano aun con la distancia, y un día más en el que esperas que el rebaño haya comido el alimento que les diste; Un día incierto como muchos, pero lleno de esperanza como todos.
¿Dónde publica el Mesías que lo que acontece en la vida son señales que anuncian al castigo divino? Jesús no era un charlatán, como tantos hay en nuestros días. Jesús anuncia la buena noticia
Pedro Álamo
En nuestros días, han salido a la palestra agoreros del fin del mundo, heraldos de juicios divinos, pregoneros de catástrofes, teólogos de mal agüero, profetas de pacotilla…, ante la pandemia provocada por el coronavirus. Todos tienen un denominador común: mercadear con la fe provocando miedo. ¡Qué lejos están del evangelio y de la intención de Jesús de Nazaret!
No he oído a esos charlatanes protestar contra el peor mal que azota a la humanidad, el hambre, ni denunciar la injusticia social que millones de personas están viviendo, ni levantar la voz ante la explotación y dominación que ejercen los poderes financieros sobre la población mundial, ni sobre la trata de personas… No, solo tienen voz para aprovecharse de la situación y proclamar a los cuatro vientos que la pandemia es un juicio divino, una especie de preparación de lo que está por llegar con la seguridad del que se cree en posesión de la verdad revelada de Dios…
Los males que denuncian los profetas de la Escritura están dirigidos al pueblo de Dios y son estructurales, culminando con los mensajes de Jeremías y Ezequiel cuando denunciaban a los pastores de Israel: “Vosotros dispersasteis mis ovejas, y las espantasteis, y no las habéis cuidado. He aquí que yo castigo la maldad de vuestras obras, dice Jehová” (Jer 23.2), “¡Ay de los pastores de Israel, que se apacientan a sí mismos!… No fortalecisteis las débiles, ni curasteis la enferma; no vendasteis la perniquebrada, ni volvisteis al redil la descarriada, ni buscasteis la perdida, sino que os habéis enseñoreado de ellas con dureza y con violencia… Yo estoy contra los pastores…” (Ez 34.2,ss.).
Referencias: Mateo 8:2, Lucas 9:58, Lucas 10:4, Juan 12:6, Juan 13:29, Mateo 6:19-34, Lucas 12:13-48 y Mateo 20:1-16.
Usted jamás ha pensado en la vida de Jesús, el Jesús humano que comía, dormía, lloraba, tenía frío. ¿Se ha cuestionado usted cómo le hacía Jesús para vivir? ¿Dónde comía y dormía? ¿Qué importancia daba al dinero y a los bienes materiales? ¿Quién lo patrocinaba? ¿Qué lecciones su vida nos deja a nosotros? Acudamos a las Escrituras para darnos una idea de lo que era el Señor. Mateo 8:20 dice “[…] las zorras tienen madrigueras y las aves tienen nidos –le respondió Jesús- pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar su cabeza”.
“Luego dijo Jesús a sus discípulos: -por eso les digo: no se preocupen por su vida, que comerán, ni por su cuerpo, con que se vestirán, la vida tiene más valor que la comida, y el cuerpo más que la ropa fíjense en los cuervos no siembran ni cosechan, ni tienen almacén ni granero, sin embargo, Dios los alimenta” .
Lucas 12: 22-24
Lucas 10:3-11 dice “¡Vayan ustedes! Miren que los envió como corderos en medio de lobos. NO lleven monedero ni bolsa ni sandalias, ni se detengan a saludar a nadie por el camino. Cuando entren en una casa digan primero “Paz a esta casa”, si hay allí alguno digno de paz gozará de ella; y si no la bendición la bendición se cumplirá. Quédense en esa casa, t coman y beban de lo que ellos tengan, porque el trabajador digno es de sueldo. No anden de casa en casa. Cuando entren en un pueblo y los reciban coman lo que les sirvan. Sanen a los enfermos que encuentren allí y díganle “el reino de Dios ya está cerca de ustedes”.
“Me siento tan tentado, tan tentado a perder las esperanzas. Estoy asustado. El silencio de tu espera es terrible. Rezo, pero estoy perdido. ¿O es que sólo estoy rezando al silencio? A la Nada”.
Sebastião Rodrigues, Silence (Martin Scorsese)
La pandemia del Covid-19 ha provocado que procesos de digitalización se hayan visto bruscamente acelerados. Sin duda, con mayor o menor resistencia, era una realidad imposible de eludir en el mediano y largo plazo (Harari, 2018). Lo que nunca imaginamos es que tendríamos que elaborar nuestros ministerios eclesiales a través de plataformas digitales. La cultura analógica de ser y hacer iglesia en Latinoamérica, con todo el elemento de la corporalidad y afectividad fraternal de nuestras comunidades, fue abruptamente interrumpida por una disyuntiva paradójica: en nuestra lejanía, está el amor.
Por tanto, lo que por mucho tiempo representó una amenaza para los fines disciplinarios y la moral doméstica de la iglesia, internet y redes sociales, hoy se transforma en los medios por los cuales aquello que sentimos decir, sale al mundo, quizás sin límites de resguardo.
En lo tocante al fenómeno religioso ha habido variados intentos por releer (vacíamente) la importancia de nuestros templos y de la liturgia. Aminorar la repercusión de la sacralidad de nuestros cultos, no ayuda a asumir que estamos entrando francamente en un proceso de desritualización [1].
El no haber discipulado a la feligresía en las cosas básicas ya dio su fruto, creyentes tibios que se enfriaron. ¡Y esperan recargar pilas al volverse a reunir! Es motivante el reunirse, pero no es el único ni principal factor de crecimiento personal en la fe.
Carlos Alejandro Muro Flores
¿Qué es lo que queremos salvar, las VIDAS de las personas o las ALMAS de la gente?
Ya fue declarado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) que podría declararse ENDÉMICA la pandemia por SAR COV-2 (esto es, que va a permanecer con nosotros con brotes de cuando en cuando).
No puedo dar crédito cómo se están levantando voces dentro de la comunidad eclesiástica hablando de volver a la normalidad como si no estuviera pasando nada.
Si estamos pensando en salvar VIDAS es inminente el peligro que con lleva el volvernos a reunir en nuestros templos.
Todavía tengo muy presente las publicaciones relatando los contagios en diversos eventos de ministerios de canto, de niños o de liderazgo y todo en el marco de nuestras reuniones buscando agradar a Dios; a pastores, ministros o sacerdotes desafiando la enfermedad y que ahora forman parte de las estadísticas de muertes por contagio. Esto se frenó gracias a la intervención del gobierno en diferentes países ¡Congregaciones enteras fueron diezmadas!
Si estamos buscando salvar VIDAS debemos seguir las indicaciones de NO reunirnos por lo pronto. Reunirnos en mi opinión todavía no sería una opción. Todo tiene su tiempo y hoy es tiempo de salvar VIDAS, quizá la tuya o la de alguien cercano.
¿Por qué no estoy pidiendo que se abran los templos?
Isaí Rayas Linares *
“Veo una gran necesidad de Dios en nuestra sociedad. Veo familias que están colapsando, gente sumida en depresión, ansiedad, y sufriendo violencia intrafamiliar. Veo gente desesperada por no encontrar una solución a sus problemas gente enferma y con un gran dolor en sus vidas. Veo a hijos que se levantan contra los padres para arrebatarles la vida, y veo hogares devastados por el alcoholismo y la drogadicción. Veo a hombres con una gran carga por no poder suplir las necesidades de su familia, veo mujeres abandonadas y sin consuelo, veo empresarios arruinados por esta pandemia, veo mucha gente que perdió su trabajo y la está pasando muy mal… Y todavía me preguntan ¿Por qué es necesario abrir las iglesias?”
Yo también me lo he preguntado. ¿Por qué es necesario abrir los templos en estos tiempos? Pero cuando pienso como algunos creyentes “se necesitan abrir los templos porque la gente necesita de Dios para salir de sus problemas (problemas como los que ya describí)” me critico antes de responderme y, sabiendo que la crítica no nos gusta, a veces hasta decimos; criticarnos es ir contra Dios… Aun así, no puedo evitar cuestionármelo. De verdad, ¿si abrimos los templos todos esos problemas se van a solucionar? O, cuando menos, ¿empezarán a disminuir?
La verdad es que siempre ha habido necesidad de Dios y la creación tiene milenios reclamando la manifestación de los hijos de Dios para suplir esa hambre espiritual que el mundo experimenta: los divorcios van en aumento desde hace décadas, y es algo tan notorio para todos, al grado que la misma autoridad civil desde hace más de un lustro –al menos aquí en Durango- implementó platicas prematrimoniales, hablando con sinceridad con ayuda de algunos pocos ministros, sobre la vida matrimonial; con sus altas y sus bajas, cosa que en muchas iglesias se ha dejado de lado por temas tabúes, como que “no son propios para hablarse en la iglesia”, pero no se tratan ni en consejerías personales y se ha limitado a enseñar “la mujer sométase a su marido”, “el varón sea hombre de una mujer”… y listo. Todos los demás problemas, si se presentan en la iglesia en muchos casos se hace “de la vista gorda”
Qué interesante es la actividad, a veces ociosa, pero nostálgica de mirar un álbum fotográfico. Nuestros padres o abuelos seguramente nos dejaron mirar alguna vez una de sus fotografías en blanco y negro. ¿A quién no le sucedió que, llevando a la novia, o al novio a casa, llegase el momento de desempolvar el álbum y ver aquellas fotos donde estamos llorando, o donde nuestra mamá nos acababa de bañar, o la foto cuando se nos cayó el diente?
Fue a finales del siglo XIX que la gente comenzó a tomarse fotografías con mayor frecuencia, y hasta 1903 que se desarrolló el procedimiento de impresión a medios tonos que facilitaría la publicación de fotografías en libros, revistas y periódicos. Antiguamente, la familia o el individuo se colocaba delante de la cámara con el cuidado de no hacer movimientos bruscos, porque la fotografía podía salir mal. Inclusive, alguno de nosotros conserva una foto borrosa, o donde tenemos los ojos rojos o cerrados. Hoy, la tecnología -en complicidad con la providencia divina- ha favorecido a quienes no somos tan agraciados: con alguna aplicación podemos ponerle “un poco más ahí”, quitarle “un poco más acá”, y editar la imagen a nuestro gusto.
Creo que el propósito principal de las fotografías fue desde sus inicios, y sigue siendo, conservar momentos. Sin duda, al regresar a ellas, hemos expresado: “¡Mira lo que estábamos haciendo!”, “¿te acuerdas…?”. Sería interesante leer la Biblia como un álbum de fotografías, donde, a través de las mismas, se cuenta la historia de un pueblo al que Dios favorece y acompaña. Las fotografías que salieron mal pudieran ser aquellas donde se cuenta que el pueblo se desvió, se fue tras otros dioses o “se movió” -en el momento del flash- y salieron borrosas. Al repasar su historia, aquel pueblo hubiese preferido que el Señor le dijese: “Ya no recuerdes el ayer, no pienses más en cosas del pasado. Yo voy a hacer algo nuevo, y verás que ahora mismo va a aparecer. Voy a abrir un camino en el desierto y ríos en la tierra estéril” (Isaías 43:18-19 DHH). En cambio, sería bueno mirar aquellas fotografías donde ese mismo pueblo está consciente de su humanidad, de sus pecados, pero tiene su seguridad en el Dios con quien ha hecho alianza. El salmista dice: “Él es el Señor, nuestro Dios; ¡él gobierna toda la tierra! Ni aunque pasen mil generaciones se olvidará de las promesas de su alianza…!” (Salmo 105:7-8 DHH).
A propósito de inminentes cambios pastorales e inicio del año conferencial 2020-2021, hacemos un llamado a la ética, ya que al denigrar a un obrero que nos antecede, menospreciamos al Ministerio del cual todo formamos parte.
David Tinoco Andrade (†) *
La Iglesia Metodista, merced a su característico de libertad y mente abierta produce un verdadero mosaico de corrientes, opiniones y modos de pensar.
Un tema que siempre es punto de innumerables interpretaciones es el de la Itinerancia. Prueba de ello fue la interesante mesa redonda que en las sesiones de la Conferencia Fronteriza se llevó a cabo, precisamente con el tema “La itinerancia metodista”.
La consideración en sí está llena de paradojas. El mismo pastor que dice que no está de acuerdo con la itinerancia porque lo cambian precisamente cuando él y su familia se están “ambientando” a la comunidad. Este mismo pastor se inquieta y pregunta al presbítero de distrito, a un secretario ejecutivo y, si es muy osado, aún al mismo obispo acerca de “si habrá muchos cambios”. Es el mismo que en sus predicaciones y en sus editoriales en el boletín de su iglesia comienza a amenazar (o aliviar) diciendo “ya viene la Conferencia Anual y sabemos que habrá muchos cambios…”.