| En 1517 fray Martín Lutero envió al arzobispo de Magdeburgo, Alberto de Brandeburgo, una carta pidiendo se pusiera fin a los abusos en la predicación de las indulgencias en la diócesis e instándole a una controversia sobre el tema. Adosaba sus 95 tesis sobre las indulgencias que aquí presentamos. En la carta el fraile agustino le decía al arzobispo:
«Perdóname, reverendísimo padre en Cristo y príncipe ilustrísimo, que yo, hez de los hombres, sea tan temerario, que me atreva a dirigir esta carta a la cumbre de tu sublimidad… Bajo tu preclarísimo nombre se hacen circular indulgencias papales para la fábrica de San Pedro, en las cuales yo no denuncio las exclamaciones de los predicadores, pues o las he oído, sino que lamento las falsísimas ideas que concibe el pueblo por causa de ellos. A saber: que las infelices almas, si compran las letras de indulgencia, están seguras de su salvación eterna; ítem, que las almas vuelan del purgatorio apenas se deposita la contribución en la caja; además que son tan grandes los favores, que no hay pecado por enorme que sea, que no pueda ser perdonado aunque uno hubiera violado —hipótesis imposible— a la misma Madre de Dios; y que el hombre queda libre, por estas indulgencias, de toda pena y culpa.
¡Oh Dios Santo! Tal es la doctrina perniciosa que se da, Padre óptimo, a las almas encomendadas a tus cuidados. Y se hace cada vez más grave la cuenta que has de rendir de todo esto. Por eso, no pude por más tiempo callar… ¿Qué hacer, excelentísimo prelado e ilustrísimo príncipe, sino rogar a tu Reverendísima Paternidad se digne mirar esto con ojos de paternal solicitud y suprimir el librito e imponer a los predicadores de las indulgencias otra forma de predicación, no sea que alguien se levante por fin, y con sus publicaciones los refute a ellos y a tu librito, con vituperio sumo de tu Alteza?
Desde Wittenberg, 1517, en la vigilia de Todos los Santos.
Martín Lutero, agustiniano, Doctor en Sagrada Teología.» (1)
¿Cuál fue la situación concreta que motivó el escrito? Ya desde 1507 el Papa Julio II había concedido una indulgencia a quien colaborara con su limosna en la construcción de la nueva basílica de San Pedro. El Papa León X renovó dicha indulgencia en 1514. Pero lo que tal vez suscitó el malestar en Alemania fue el permiso otorgado a Alberto de Brandeburgo para predicar la misma indulgencia, solamente que con otros fines. El arzobispo había contraído una copiosa deuda con los conocidos banqueros Függer que le habían adelantado dinero para poder hacerse de una tercera diócesis, Maguncia. El dispositivo ideado para saldar la deuda fue que la mitad de las limosnas recogidas en la predicación de la indulgencia irían a parar a manos de los banqueros, y la otra mitad iría a las arcas de la Cámara Apostólica. Este hecho, sumado a una teología equivocada sobre los efectos de la indulgencia en los muertos (se decía en la predicación popular, «No bien cae la limosna en el cestillo, el alma sale del purgatorio»), inflamó a toda Alemania.
Históricamente debemos ser críticos sobre la tradición que hace a Lutero clavando las tesis en la puerta de la iglesia de Wittenberg.(2) Más bien el motivo de la difusión de las tesis hay que explicarlo por la respuesta que daban a un verdadero anti-romanismo presente en todos los estamentos de la sociedad alemana. |