Sobre un artículo anterior del Centro Metodista de Estudios Wesleyanos, el pastor Pablo Oviedo nos mostraba los puntos centrales en común que unen al metodismo con la Reforma. Aquí veremos aquellos aspectos que lo distancian.
Daniel Bruno
Porque, de alguna manera el metodismo nunca perdió de sus orígenes anglicanos su tránsito teológico por una Vía Media entre el catolicismo romano y el protestantismo ortodoxo.
¿Podría concebirse el metodismo sin la Reforma del siglo dieciséis? Evidentemente que no. El metodismo nace de la Iglesia Anglicana hacia mediados del siglo dieciocho, y esta a su vez, ha pertenecido, desde el reinado de Isabel I en 1558, claramente al bloque protestante que rompió con la hegemonía católica en el norte de Europa. En este sentido, se puede afirmar que el metodismo, mediatizado por la Iglesia Anglicana, es heredero histórico de la reforma y de sus principales reivindicaciones, a saber: la centralidad de la Biblia como Palabra revelada, la centralidad de Cristo como único mediador, el reconocimiento de solo dos sacramentos, bautismo y eucaristía practicados por Jesucristo y dados a la iglesia como medios de gracia, la iglesia como comunidad de hombres y mujeres redimidos; como evento redentor, más que institución de poder. En este último punto, los Wesley han llevado los principios eclesiológicos críticos de la Reforma al seno de la Iglesia Anglicana de su tiempo. Este ha sido, tal vez, el factor más claro de distanciamiento institucional con la iglesia de Inglaterra. Por todo ello podemos afirmar que en términos generales, el metodismo es una consecuencia histórica de la Reforma.
Sin embargo, desde el punto de vista de sus énfasis teológicos existen diferencias que no permiten una rápida homologación entre ambas tradiciones. La directa pertenencia al anglicanismo, tanto teológico como de origen, ha incrementado esta dificultad, teniendo en cuenta que la “vía media” anglicana, que el metodismo hizo propia, es un factor de equilibrio en tensión que aglutina a un sinnúmero de tradiciones y énfasis cristianos.
Ciertamente, el acercamiento a los reformadores por parte de Wesley es ambiguo. Por un lado Calvino y Lutero son rescatados, como: “… los grandes hombres de la Reforma”. En su tratado “A un protestante”, remarca los grandes logros del movimiento reformador “la lucha contra los errores tales como los siete sacramentos, la transubstanciación, la comunión en una sola sustancia, el purgatorio que lleva a orar por los muertos, la veneración de reliquias y las indulgencias, o perdón que otorga el Papa y se paga con dinero”. Y cierra afirmando: “bien hicieron los que nos precedieron en la fe en protestar contra todo esto, particularmente contra estos tres: anular el valor de la fe cristiana al sostener que el ser humano puede ganar el cielo mediante sus méritos; sustituir el amor a Dios por la idolatría y el amor al prójimo por la persecución”. En el mismo sentido, fue el comentario a la Epístola a los Romanos de Lutero, el texto que llevó a Wesley al famoso evento-relato del corazón ardiente de la calle Aldersgate, que sin duda marcó un fuerte impacto en el desarrollo de su vida espiritual y teológica.
Sin embargo, por otro lado, algunos temas conflictivos lo alejaron de los calvinistas y luteranos de su tiempo y por extensión de sus maestros Calvino y Lutero. Sabemos que en el fragor de la disputa contra la Iglesia Romana que otorgaba a las obras de mérito un carácter salvífico (las indulgencias, la contemplación de las reliquias, etc) los reformadores, para balancear, elaboraron una antropología pesimista, es decir un concepto del ser humano muy negativo. Enfatizaron la soberanía de Dios en detrimento de la voluntad humana. Calvino habla del “hombre corrupto”, el cual mediante la “corrupción original, está completamente indispuesto, incapacitado, y hecho opuesto a todo bien, y enteramente inclinado hacia toda maldad.” Lutero a su vez se refiere al “servo arbitrio” (voluntad esclava) según la cual “Tras la caída, el hombre perdió la libertad, está obligado a servir al pecado, y no puede querer un ápice de lo bueno.”
Estos énfasis, con el tiempo, se fueron polarizando dando lugar a doctrinas como la de la predestinación, en el caso del calvinismo y el del “quietismo”, en el caso de los moravos luteranos, con los cuales Wesley tuvo un romance corto de un año y medio y luego rompió irreconciliablemente.
La doctrina de la predestinación, por ejemplo, sostenida por el calvinismo ortodoxo, abrió una brecha de fuerte disputa dentro de la Iglesia Anglicana. Esta afirmaba que dado que el ser humano está tan corrompido por el pecado, este es incapaz de decidir, por lo tanto Dios es el que debe elegir por este, quienes deben ser salvos y quiénes no. Wesley rechaza esta doctrina y se enrola en las filas contrarias al calvinismo ortodoxo. Rescata el pensamiento de Jacobo Arminio destacado crítico de la doctrina de la predestinación calvinista y defensor de la libertad humana para decidir la aceptación o el rechazo de la gracia ofrecida por Dios.
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