
La fuerza del crecimiento: La fe como fuerza para crecer
Obispo Moisés Morales Granados
Conferencia impartida el pasado 11 de agosto, con motivo de la Semana Nacional del Hombre Metodista, celebrada por la Fraternidad de Hombres Metodistas.
La palabra «crecer» viene del latín crescere, con el mismo significado de aumento de tamaño por medio de un desarrollo orgánico natural. El verbo latino crescere se asocia con la raíz indoeuropea *ker-3 (crecer), presente en las palabras crear y criollo… (Incremento natural).
Al hablar de crecimiento, particularmente crecimiento espiritual, nos referimos al avance individual y colectivo que se inicia con el nuevo nacimiento y terminará con la glorificación. Se trata de ir caminando hacia la madurez, hacia la plenitud como hijos de Dios. El escritor de la Carta a los Hebreos dice: “vamos adelante a la perfección” (cf. Hebreos 5:11-14, 6:1-3). Este mismo escritor nos dirá que por la fe muchas personas realizaron proezas y alcanzaron buen testimonio mediante la fe (Hebreos 11:1-40). Sin embargo, en la vida de muchos cristianos estos pasajes de las Escrituras parecen ser solamente historia sin poderlos encarnar en la cotidianidad del siglo XXI.
Hoy, la gran mayoría de los cristianos nos conformamos con tener una vida moral, aunque en nuestro desarrollo espiritual sea evidente que somos infantes (cf. Hebreos 5: 13), no tenemos fe. Según Wesley la fe del pueblo de Dios es una fe distinta a lo que piensa el mundo. Él se preguntaba “¿Cuál entonces es esta fe mediante la cual somos salvos?” Y nos dejó esta respuesta: “no se trata únicamente de un asentimiento especulativo, racional, frío y sin vida, de una serie de ideas en la cabeza, sino también de una disposición del corazón.” Agrega, además, en el mismo sermón: “La fe cristiana, por lo tanto, no es sólo el asentimiento a todo el Evangelio de Cristo, sino también una confianza plena en la sangre de Cristo, una esperanza firme en los méritos de su vida, muerte y resurrección, un descansar en él como nuestra expiación y nuestra vida, como quien ha sido dado por nosotros y vive en nosotros. Es una confianza segura que el ser humano tiene en Dios, que mediante los méritos de Cristo sus propios pecados han sido perdonados, y uno ha sido reconciliado al favor divino. Es, en consecuencia de ello, acercarse y asirse a él como nuestra sabiduría, justificación, santificación y redención o, en una sola palabra, como nuestra salvación”.
Resalto algunos conceptos que aparecen como esenciales en esta idea sobre la fe:
- Confianza. Según el Diccionario de la Lengua significa, en su primera entrada esperanza firme que se tiene de alguien o algo. Esperanza firme… Dios nos permita traer esto a nuestra vida. La realidad para los griegos era todo aquello que se puede tocar, ver, oír, etc. Todo lo que percibimos con nuestros sentidos, sin embargo, la realidad para los hebreos, para los amantes de la Biblia, es todo aquello que Dios ha declarado, aunque no lo veamos (Cf. 2 Corintios 5; 7). Nuestra realidad es todo lo que Dios ha declarado y que ha sido encarnado en Jesucristo. Esa es nuestra realidad, la cual no queda en el pasado, sino que es ya presente y aguardamos su plenitud en el futuro.
- Esperanza firme. Hay un versículo de la Biblia que siempre me ha impresionado mucho, Prepárame también alojamiento; porque espero que por vuestras oraciones os seré concedido (Filemón 22) Pablo le dijo a Filemón, “si están orando para que vaya, tengan listo el sitio donde me hospedaré. ¡Cuántos cristianos oramos sin esperar verdaderamente que nuestra oración tenga una respuesta! Oramos y nunca preparamos alojamiento.
La fe es la fuerza de nuestro crecimiento. Esa fe que, según Wesley, “es una disposición del corazón” es la fuerza que requerimos para que nuestros pies dejen de vacilar, nos afirmemos y crezcamos. Fe es abandonarnos en las manos de Dios, como un bebé se abandona en los brazos de sus padres. Fe es la única certeza que podemos tener en las incertidumbres de la existencia (cf. Hebreos 11:1).
¿Cómo venceremos?, ¿cómo venceremos nuestras propias incredulidades?, ¿cómo creceremos en el hombre interior? no con espada, ni con ejército, sino con el Espíritu de Dios (cf. Oseas 1:7; Zacarías 4:6). Oremos para que el Señor nos conceda la fe que ha sido prometida. Fe puesta en Jesucristo. No se trata únicamente de tener fe en algo abstracto, sino de tener fe en Jesús (cf. Hebreos 12:2), Dios hecho carne. La fe, como decía el gran Karl Barth, es fe en alguien y ese alguien es Jesucristo.
Hubo un hombre que se acercó al Señor Jesús y le pidió un milagro para su hijo. El Señor le respondió: Si puedes creer, al que cree todo le es posible. Aquel hombre no se atrevió a asegurar que tenía fe, pero le rogó que le fuese concedida: Creo, ayuda mi incredulidad (cf. Marcos 9: 23-24). Quizá esta sea una buena forma de orar en este día. Si no tenemos fe, o no estamos seguros, gritemos ante Dios: ayuda en mi incredulidad.
Finalizaré diciendo que crecer significa incremento natural. Si vivimos desde nuestra fe, que quizá es de las dimensiones de un grano de mostaza, y vamos ejercitando en ella y desde ella, nuestro crecimiento se dará de manera natural. Así como crecimos físicamente. Ayer medíamos cincuenta centímetros y, de manera natural, hoy tenemos una estatura mucho mayor. Espero que, como dice la Escritura, no muchos días después de hoy, dejemos los rudimentos de la fe y alcancemos la madurez en el discernimiento del bien y del mal (cf. Hebreos 5: 11-14). Sin embargo, decir esto es aún poco.
Hemos sido enseñados a crecer, a progresar. Así lo ha dictado el sistema económico que ha regido al mundo desde hace cinco siglos: progresa y crecerás, crece y serás alguien. La enseñanza bíblica no se rige a esos principios. Es cierto que se pude crecer, pero también es cierto que los cánceres crecen, las pandemias crecen y las deudas crecen. El objetivo cristiano no está en crecer por crecer, sino en imitar a Jesucristo. No hay un parámetro diferente para el crecimiento espiritual: si no se imita a Jesucristo, entonces no hay crecimiento, por más palabras hermosas y oraciones fervorosas que se puedan hacer. Hay hombres llenos de palabras (incluso en redes sociales) y también hombres llenos de oraciones y predicaciones, de alabanzas y ayunos, de lecturas y consejos, pero están lejos de Jesucristo. No se trata de crecer, pues uno podría traer un tumor espiritual (o convertirse en uno). Se trata de imitar a Jesucristo y, entonces sí, crecer hasta alcanzar su estatura.
Creamos a Dios, abandonémonos en sus manos, sigamos la enseñanza de la Biblia, entreguemos nuestro ser para que el Espíritu Santo nos guíe y trabajemos en unidad con la iglesia para que lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo, para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo… (Efesios 4: 13-15).
¡Gloria por siempre a Cristo! Amén.