
Una iglesia que piense: la iglesia reformada siempre se debe reformar
María Triviño Hernández
Crecí en una comunidad de fe donde la teología siempre fue mal vista. Los teólogos eran aquellos desviados cuya fe había sido tan insuficiente que terminó conduciéndoles a la total perdición. Durante mi niñez nunca escuché sobre la historia de la iglesia o el contexto cultural donde nació Jesús y pensar en ver otro libro además de la Biblia era inconcebible, de tal manera que cuando tomé la decisión de estudiar teología tuve que enfrentar las expresiones de disgusto y preocupación de algunos que optaron por aconsejarme a tener cuidado con volverme orgullosa o con perder mi relación con Dios, incluso, un pastor llegó a advertirme con el peligro que corría de dejar de creer en el mover del Espíritu Santo como consecuencia de estudiar “demasiado” la Biblia.
Durante la carrera al tener acceso a los idiomas originales bíblicos, a innumerables comentarios, diccionarios y traducciones, me di cuenta de la escasa idea que tenía sobre la Biblia, sobre Dios y su plan salvífico. Así fue como comencé a pensar en todos los hermanos con los que había crecido cuya fe era sencilla y admirable pero también peligrosa. Comencé a interesarme por la hermenéutica y a medida que iba adquiriendo herramientas era consciente de las interpretaciones dañinas que como iglesia estábamos haciendo: opresión a la mujer, a los pobres, a los racializados, a los homosexuales.
Hoy, en mi último año de pregrado, entiendo que no todos tienen que ser teólogos y que al igual que las demás profesiones, esta debe ser elegida por vocación. Sin embargo, también comprendo la necesidad de que el conocimiento deje de ser manejado con elitismo y comience a llegar a la iglesia cotidiana. La iglesia necesita conocer más la Biblia que tanto profesa y eso solo se logra con las herramientas necesarias: pastores y líderes mayormente capacitados o apoyados en estudiosos de la Biblia que les permitan a todas las personas tener acceso a contenido literario y a espacios donde puedan debatir y exponer sus interrogantes.
Se supone que luego de la Reforma protestante recibimos beneficios como el acceso a las Escrituras con libertad, la oportunidad de aprender de nuestros reformadores y de su valentía de dudar y cuestionar, el poder descubrir que las tesis expuestas por Martín Lutero no nacieron de la nada, sino de la inconformidad. No obstante, aunque agradecemos ser llamados protestantes, ¿dónde quedaron principios como el manifestado por los reformadores de Holanda, “Ecclesia reformata, semper reformanda”, o “la iglesia reformada, siempre se debe reformar”? [1] ¿Por qué ahora parece que la iglesia tiene miedo a ser transformada, a pensar diferente y a cuestionar las afirmaciones dañinas que comúnmente se hacen desde los púlpitos?
El cambio urge. Es doloroso ver que aun se defienden ideas como la jerarquía entre mujeres y hombres, la indiferencia en cuanto a la política y las realidades sociales, la homofobia, el clasismo, el racismo y el odio hacia las iglesias que piensan diferente. Sin embargo, se debe también reconocer que si la iglesia está leyendo e interpretando incorrectamente las Escrituras o desconoce el valor de la historia bíblica y eclesial es porque se les ha prohibido pensar, se les ha dicho que la razón es un resultado satánico y que tener fe implica tragar entero. A los jóvenes se les mira con sospecha cuando quieren interrogar y se silencian a los que piensen distinto, se ha dicho que para ser pastor y liderar a otros no se necesita estudiar, solo amar. Se le ha cerrado la puerta a la teología o se le ha buscado limitar porque “no queremos que tanto pensar agote nuestra fe”. Es lamentable cómo las herramientas y el conocimiento bíblico han quedado confinados en los lugares académicos y no ha permeado los espacios eclesiales donde está la gente más importante. Esto debe representar una alarma que nos despierte.
Romanos 12:1-2, sin razón no hay adoración
Gracias a movimientos como el Renacimiento y la Ilustración podemos hoy reconocer la importancia del uso de la razón. Esa razón que ha sido altamente condenada y vetada por religiosos que defienden la idea de que “la letra mata”. Es cierto que la filosofía griega trajo consigo puntos cuestionables como el relativismo absoluto o el escepticismo, sin embargo, gracias a ese pensar del ser humano hoy podemos reconocer la importancia de la autonomía humana para indagar y conocer la naturaleza de las cosas. En la actualidad un porcentaje alto de la iglesia ha terminado eliminando la posibilidad de usar la razón, y afirman que esta se opone a la revelación y por tanto hace parte de nuestra humanidad caída.
Ante tal idea, me baso en pasajes como Romanos 12:1-2 para opinar lo contrario. Pablo dice:
“1 Les suplico hermanos por la misericordia de Dios que ofrezcan sus cuerpos como un sacrificio vivo y santo, aceptable a Dios, que es su adoración racional.2 No se conformen a este tiempo, sino transfórmense mediante el renuevo de su capacidad de razonar, para que examinen cual es la voluntad de Dios, la cual es buena, agradable y perfecta”. [2]
El verbo ofrecer presentado en el verso 1 debe ser leído en un marco sacrificial, Pablo les dice a sus lectores que a diferencia de aquellos que se esfuerzan por ofrecer sacrificios de animales muertos, por el contrario, ellos son sacrificios vivos ante Dios.[3] Además, su adoración es distinta porque es un culto a Dios guiado por el logos, “la razón”. Pablo además les dice que no se conformen a su era, un tiempo donde la racionalidad y el formalismo cultual amoral desdeñaba en los cultos romanos y muchos cultos griegos.[4] Al contrario, el apóstol les recalca que la voluntad de Dios para el creyente es que piensen, pero rectamente, que aprendan a discernir, pero lo que es bueno, agradable y perfecto para que lleguen a conocer la voluntad de Dios. Quizás los escritores judíos y filósofos griegos entendían el uso de la razón de forma distinta, probablemente ellos compartían esta idea de Pablo de la renovación del entendimiento, de la mente, pues comprendían que la forma en cómo piensas afecta la forma en cómo vives. No obstante, en estos versos Pablo con la renovación o transformación se refería al cambio total de vida, de mentalidad que se daba solo por medio de Cristo, lo que la mayoría del judaísmo esperaba en el mundo venidero, Pablo afirmaba que desde el presente podríamos experimentarlo. El mundo “venidero” en realidad ya había comenzado, por eso los creyentes, aunque vivían en la misma era o tiempo que los demás, estaban siendo llamados a ser distintos y a evidenciar esa metamorfosis de su cosmovisión. No se trata de dejar de usar la razón, sino de entender que Dios se deleita también en el uso de esta, que no se trata solo de nosotros sino de él y de la metamorfosis que únicamente ocurre mediante su intervención.
Estos versos de Romanos dejan claro que cuando ofrecemos nuestro ser a Dios, nuestra vida como sacrificio de adoración, no lo hacemos de forma ignorante, como aquellos animales muertos que ofrecían algunos en sus sacrificios. Nosotros somos sacrificio vivo, tenemos logos y podemos acercarnos a Dios con un entendimiento, con inteligencia y voluntariamente. Dios quiere tener una relación con nosotros, pero donde hagamos uso de nuestra razón, donde no traguemos entero, porque solo exponiendo lo que somos puede haber una relación genuina. Es aquí donde radica la importancia de animar a la iglesia a pensar, enseñarles que Dios quiere que lo hagan y que sin temor comiencen a cuestionarse. Que no tengan miedo a dudar, a encontrarse con lo complejo de ciertos pasajes bíblicos, que conozcan el contexto sociocultural y la historia de composición imperfecta de la Biblia, que su lectura sea más real y no basada en la ignorancia.
En el ámbito eclesial deben abrirse espacios para que la gente adquiera herramientas y acompañe su lectura con ayuda suficiente para una mejor comprensión. La teología debe comenzar a ser más valorada y apreciada, las personas deben conocer más sobre la historia de la iglesia y darse cuenta de que no es posible la transformación sin el uso de la razón. Lutero, Calvino, Zuinglio y demás reformadores no hubiesen podido traernos a donde estamos hoy sin ese dudar constante. ¿Qué haremos nosotros? Nos urge seguir cambiando y Dios está dispuesto a acompañarnos en el proceso, pero necesitamos tomar la decisión, ser el ejemplo necesario para construir una iglesia que siempre tenga presente: Ecclesia reformata, semper reformanda.
BIBLIOGRAFÍA
- Fitzmyer, Joseph A, S.J. “Carta a los Romanos” en Nuevo comentario bíblico San Jerónimo, eds. Raymond E Brown, Joseph A. Fitzmyer y Roland E. Murphy, 10-25. Trad. de José Pérez Escobari, vol. 2. Estella, Navarra: Verbo Divino, 2004.
- Moo, Douglas J. Romanos. Trad. De Pedro L. Gómez Flores. Comentários bíblicos con aplicación NVI. Miami: Vida, 2011.
- Palomino López, Salatiel. “La Reforma desde una perspectiva reformada y latina”. En Nuestras 95 tesis: a 500 años de la Reforma, ed. Alberto L. García y Justo L. González, Kindle locations 757-975. Orlando, FL: Asociación para la Educación Teológica Hispana, 2016.
NOTAS
- Salatiel Palomino López, “La Reforma desde una perspectiva reformada y latina”, en Nuestras 95 tesis: a 500 años de la Reforma, ed. Alberto L. García y Justo L. González (Orlando, FL: Asociación para la Educación Teológica Hispana, 2016), Kindle locations 893-95.
- Traducción y cursivas de la autora.
- Joseph A. Fitzmyer, S.J, “Evangelio de Lucas” en Nuevo comentario bíblico San Jerónimo, eds. Raymond E Brown, Joseph A. Fitzmyer y Roland E. Murphy, trad. de José Pérez Escobari, vol. 2 (Estella, Navarra: Verbo Divino, 2004), 409.
- Douglas J. Moo, Romanos, trad. De Pedro L. Gómez Flores, Comentarios bíblicos con aplicación NVI (Miami: Vida, 2011), 698.
REFERENCIA
Triviño-Hernández, María. (2020). Una iglesia que piense: la iglesia reformada siempre se debe reformar. Agosto 1, 2020, de Perspectivas de la Fe Sitio web: https://perspectivasfe.wordpress.com/2020/08/01/una-iglesia-que-piense-la-iglesia-reformada-siempre-se-debe-reformar/